Te invitamos a leer la entrevista de Jorge I, Aguadero a Olga Alexandrova, publicada en Peón de Rey nº 126 (ene-feb 2017). Al final del artículo podrás descargarla en formato PDF.
LA CHIQUILLA taconeaba nerviosamente. Llevaba unos botines de patinaje a la espalda, aún poco convencida de lo que hacía allí. La Escuela de Deportes nº 4 ofrecía diversas actividades y, a principios de invierno en Jarkov, se preguntaba si la clase de ajedrez sería un lugar divertido.
—¿Tú quieres ganar?
El prestigioso Janukov Mijaíl Gregorievich hizo la pregunta sin andarse con rodeos. La pequeña, a sus cinco años de edad, contuvo la respiración.
—¡Claro!
—Pues para ganar tienes que aprender a perder muchas partidas.
Fue la primera entrevista que tuvieron, antes de que Olga acudiese a las clases del reputado entrenador. La niña, cuya mirada penetrante anunciaban la intensidad de su voluntad, quedó prendada del ajedrez para siempre. Y los trebejos, como en un pacto sagrado, le concedieron el sueño de viajar por el mundo.
En casa siempre hubo un tablero. De madera, heredado del abuelo, con el que fue iniciada por su padre. Y en la escuela deportiva, donde empezó su trayectoria, el aprendizaje fue meteórico. Iba a clases los lunes, los miércoles y los viernes, de manera gratuita, reservando los domingos para la competición. Este tipo de entidades orientadas al deporte, muchas en la ciudad, complementaban la actividad ajedrecística del Palacio de Pioneros y de los clubs.
Olga Alexandrova empezó a destacar, con siete años, al ser subcampeona femenina sub10 de la ciudad. A partir de ahí, fue incorporada al equipo mixto que competiría a nivel nacional. Al año siguiente, ya como campeona sub10 femenina de Jarkov, fue apareciendo en los periódicos locales. Guardaba todo lo que se escribía sobre ella, soñaba con una vida llena de viajes. El primero, a Lituania, ese mismo año. Solo unos pocos soviéticos privilegiados podían viajar.
Con el paso del tiempo los sueños se cumplieron. Su camino la llevó a la soleada España. Afincada en Barcelona, contrajo matrimonio con el gran maestro Miguel Illescas y, fruto de su unión, llegó a sus vidas Diana.
La tarde despuntaba cuando, al llegar a EDAMI, topé con el cartel que anuncia el local. “Escuela de Ajedrez Miguel Illescas”, leí. Entré con decisión. Tras el mostrador, recibiendo a los visitantes con una sonrisa, me esperaba Olga.
—¿Qué te parece si jugamos una partida mientras hacemos la entrevista? —le pregunté.
MI Alexandrova (2418) – Aguadero (1651)
1.d4 c6 2.c4 d5 3.Cc3 dxc4 4.e3 Af5 5.Axc4 e6
Lo que no esperaba, tras los primeros movimientos, fue que me dijese:
—Puedes decir que me he retirado del ajedrez.
La bonita voz profunda de Olga anunció el fin de su carrera como ajedrecista profesional sin dudar, sin amargura, convencida de que estaba cerrando una etapa de su vida.
—¿Significa eso que te apartas definitivamente del ajedrez?
—Significa que no volveré a jugar campeonatos —me explicó-. Impartiré simultáneas, conferencias… De algún modo voy a estar siempre en contacto con el juego-ciencia, pero no participaré en competiciones.
—¿Es definitivo?
—Absolutamente.
6.e4 Ag6 7.Cf3 Cf6 8.De2 Ae7
—¿Por qué has elegido este momento para dejarlo?
Me hice eco de los rumores que habían surgido en Internet con motivo de su ausencia del equipo español femenino en la última Olimpiada.
Sabía que estaba dolida por esas habladurías, pero era una pregunta que, tarde o temprano, debía afrontar.
—Siempre hemos tenido muy buena relación con la FEDA. De hecho, su presidente, Javier Ochoa, es amigo nuestro desde hace muchos años.
—Entonces, ¿hubo discrepancias con las compañeras de selección?
—Me llevo muy bien con todas las chicas del equipo. ¡Son encantadoras! ¡Muy buenas compañeras! —puntualizó-. Y me gustaba muchísimo jugar junto a ellas…
Fue, en ese instante, que Olga hizo una pausa y, por primera vez en la entrevista, se le quebró la voz.
9.0–0 0-0 10.Af4 Cbd7
—Mi retirada se debe a motivos de salud, Jorge—las palabras cayeron sobre el tablero con seriedad-. ¿Recuerdas que en la Olimpiada de Tromsö hubo una falsa alerta de ataque terrorista? Estábamos jugando contra Armenia, un match muy difícil. Cuando sucedió aquello, todos salimos corriendo y noté que mi corazón latía con fuerza. Después, volví a la partida y conseguí unas tablas.
—Y dicen que el ajedrez no es duro…
—Esa misma noche, durante la cena con el equipo, tuve una taquicardia. Estuvimos a punto de llamar a una ambulancia pero, al llegar un voluntario del torneo, me tranquilicé.
Me olvidé del asunto. Pero a partir de ahí empecé a notar que mi corazón ya no está como antes.

Olga Alexandrova, con Vasili Ivanchuk y Serguéi Tiviakov, en el Cto. Europa 2003 en Turquía.
—Notaba algún latido raro. Pasado el tiempo jugué en Linares, donde quedé campeona de España femenina por segunda vez, aunque estaba preocupada. Después, vino otra arritmia. Por suerte, tras las pruebas, vimos que no había peligro de muerte, pero en un Campeonato de Cataluña por Equipos tuve problemas. Le pedí al delegado retirarme, llevaba notando molestias desde febrero, no podía jugar en aquellas condiciones. Pero me dijo que no. Que tenía que jugar porque no había suplentes.
—No me lo puedo creer…
—Al menos, el equipo ganó el campeonato. Así, en mi última partida como ajedrecista profesional, gané a un maestro internacional. Con negras. Pero jugaba con el corazón latiendo mal. Sabía que era mi despedida.
11.Tad1 Dc8 12.d5 cxd5
—¿Y jugar tomándotelo de otra forma?
—No puede ser. Cuando juego pongo toda mi energía, toda mi atención, me concentro en ganar. Para jugar mal y dejarme piezas, no juego.
Me vinieron a la mente unas palabras que me había dicho el día anterior, al concertar la entrevista. “(…) Siempre he sido muy perezosa para trabajar, no quería sacrificar otras cosas de la vida. Estudiábamos ajedrez de un modo sistemático, pero en ningún momento podría decir que estuviese estudiando ajedrez seis horas al día. No sería verdad. Además, al principio me salía todo de forma natural. ¿Sabes? Crees que, como todo te sale bien, siempre va a ser así. ¡Pero nada que ver con la realidad! ¡Tienes que ponerte a trabajar!”.
Viene eso a cuento porque me reconoció que le bastó con su talento natural hasta los doce años. “A partir de entonces se notó que otras trabajaban más que yo”. Entrenaba las tres sesiones semanales en la escuela deportiva y jugaba la partida del domingo. También, al destacar, tenía clases particulares con su entrenador. “Pero en casa no me esforzaba más. Y no me arrepiento”.
Me llamó la atención el modo analítico que tenía de repasar su infancia. Sin más, aproveché para preguntar sobre sus experiencias académicas.
—Hubo un momento en mi vida, al acabar el instituto, en que mi destino parecía dirigirse al estudio de la carrera de Filología. ¡Me hubiese encantado! Y, a decir verdad, pasé los exámenes con una puntuación de 19/20.
Olga es una persona culta, muy educada. Sonreía recordando esa etapa de su vida; no pude evitar acordarme del decepcionante estudiante que fui, echando las oportunidades a perder un día tras otro.
—¿Qué pasó?
— En mi país de origen las cosas eran distintas a como son aquí. A veces estos asuntos se decidían por dinero, por amistades… Digámoslo así. Pero, curiosamente, en ocasiones nuestros fracasos no lo son tanto: me sirvió para dedicarme más seriamente al ajedrez. ¡Y para encontrar a Miguel!
Olga ríe con alegría, parece imposible encontrar rencor en su mirada.
—Si hubiese tenido la suerte de haber pasado esos exámenes, no estaría aquí. Tendría otra vida —su semblante se pone serio-. Y creo que peor. Tristemente, Ucrania no está muy bien.
Me preguntaba cómo había afectado la maternidad a su vida deportiva. Una ajedrecista, ¿puede compaginar su profesión con ser madre?
—La llegada de Diana lo cambió todo. Tal vez porque he sido madre a los treinta.
Si lo hubiese sido a los veinte habría sido distinto, pero ya había recorrido la mayor parte de mi vida profesional ajedrecística. Sin embargo…
—¿Sin embargo?
—Había sido campeona de Ucrania femenina en 2004. Entonces, aunque al nacer Diana decidí no jugar más, sucedió algo interesante. Como obtuve la nacionalidad española, me sugirieron que jugase en el equipo olímpico. ¡Y me hacía ilusión! Me esforcé para volver a entrenar. Precisamente, después de ser madre he sido tercera de España en categoría absoluta y dos veces campeona de España femenina. No esperaba gran cosa pero, de algún modo, la pausa de dos o tres años sin practicar me vino bien para volver renovada.
—¿Tuviste un ídolo ajedrecístico?
—De niña, Tal —me sorprendió que Olga, conocida por la solidez de su juego, se declarase tan admiradora del Mago de Riga-. Luego me decanté más por Kaspárov y, ahora, por Carlsen.
Olga me comenta que, como los padres de Jobava emigraron a su ciudad, tuvo ocasión de verle ganar, siendo un niño, el torneo absoluto de Jarkov. “¡Y había grandes maestros!”, dice con admiración. Recordé que ella misma le ganó una partida con negras a Jobava en un campeonato de rápidas jugado en España. Ya puestos, le pregunto por algún ajedrecista que le haya sorprendido mucho en las distancias cortas.
—Ivanchuk —dice sin dudar-. Es muy distinto de cómo la gente piensa que es. ¡Se hace el despistado! —afirma con una sonrisa.
13.exd5 exd5 14.Cxd5 Cxd5 ½–½
Olga, con clara ventaja, al verme muy apurado, me ofreció generosamente tablas. Acepté con la ilusión de tener la entrevista y de haber jugado una partida con ella.
Me dio un consejo: “Es más importante aprender a jugar bien que aprender aperturas. ¡Muchísimo más! Con desarrollar por el centro, enrocarte y no mover peones inútilmente hay bastante”. Tomé en cuenta sus palabras, vienen de una campeona que se hizo fuerte en un mundo de hombres.
ENTREVISTA a Olga Alexandrova
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