«No hay genio sin un gramo de locura» (Aristóteles)
─Mami…
─¿Sí, cielo? ─responde la mujer.
El autobús avanza por la Quinta Avenida, sorteando carros y automóviles, una tarde soleada de 1911. Madre e hija, sentadas en el piso superior al descubierto, se dirigen al antiguo tiovivo del Central Park.
─Mami, mira aquel señor… ─dice la niña apuntándolo con su dedecito.
─¡¡Qué horror!! ─exclama la madre cubriendo rápidamente los ojos de la pequeña.
Rodeado de pasajeros estupefactos, un hombre bajito con gafas de montura redonda, permanece de pie completamente desnudo ajeno a lo que le rodea. Se llama Carlos Torre Repetto.
No sería la última vez que este extraordinario ajedrecista se exhibiera en cueros. Años más tarde, durante un torneo celebrado en Polonia, perdió los estribos y empezó a correr desnudo por todo el recinto, gritando ─¡Fuego!…
El Mejicano Carlos Torre aprendió a jugar al ajedrez a los seis años y muy pronto destacó en su país. Jugó varios torneos internacionales y logró estar considerado entre los cinco mejores jugadores del mundo cuando sólo tenía veinte años. Según el propio Torre, nunca dormía más de dos horas por noche. Le encantaban los helados de piña y se comía de diez a quince diarios. A los veintiún años, los problemas psíquicos le obligaron a recluirse en un manicomio durante tres años. Luego se retiró del ajedrez para el resto de su vida.
Veamos una divertida partida de Carlos Torre jugada en 1927. Después de la jugada 7.Te1 las blancas logran clavar a la dama negra, pero sorprendentemente, en sólo cuatro jugadas, el mejicano consigue succionar al rey blanco al centro del tablero donde es ejecutado.
Catorce años antes del episodio del autobús, el secretario de otro hombre lo sorprende esperando pacientemente una respuesta a través de un audífono invisible. El hombre alberga la ilusión de poder hablar por teléfono sin hilo ni auricular. Suele acercarse a la ventana para hablar y cantar. Luego espera y escucha con ateción…
El secretario personal de Wilhelm Steinitz informaría de ello al cónsul norteamericano, quien sugirió que se recluyese a Steinitz en un sanatorio.
El gran ajedrecistra Wilhelm Steinitz estuvo convencido de que podía emitir corrientes eléctricas, con la ayuda de las cuales podría mover las piezas a voluntad. Aseguraba estar en comunicación eléctrica con Dios y que podía vencerle al ajedrez dándole un peón de ventaja. Esto propició que finalmente lo ingresaran durante un tiempo en un manicomio de Moscú. Steinitz fue el primer campeón del mundo oficial. Descubrió muchos de los principios estratégicos en los que se basa el moderno juego posicional.
Veamos una histórica partida, «La inmortal de Steinitz». Después de la magnífica de jugada 25.Txh7+!, su oponente Von Bardeleben vio lo que se le venía encima y, en lugar de abandonar, se levantó y se marchó de la sala de juego sin decir palabra. Steinitz, viendo que había desaparecido el rival, anunció los espectadores un mate en diez y rápidamente movió las piezas en una la secuencia que dejó al público atónito.
Unos cuarenta años antes de que Steinitz empezara sus conversaciones metafísicas con el audífono invisible, un joven estudiante de Nueva Orleans es presa de los efluvios primaverales. Cae locamente enamorado de la hija del hortelano que cuidaba las tierras de su familia. Pero su primo Ernest, dos años mayor que él, había llegado antes y se opone a sus proyectos amorosos. El joven urde un plan. Desafía al primo Ernest a un match de ajedrez a seis partidas cuyas condiciones son: a) Todas las partidas se jugarán con el Gambito Evans (Ver «El capitán Evans»:http://librodenotas.com/viajealajedrez/21330/el-capitan-evans en un artículo anterior). b) Él dispondrá únicamente de un minuto por cada jugada, mientras que Ernest tendrá todo el tiempo que quiera. Y c) El vencedor tendrá el derecho a los favores de la hija del hortelano, sin que el rival vencido pueda oponerse. Ernest aceptó y fue derrotado por 4 ½ a 1 ½. Pero la muchacha nunca quiso saber nada del joven Morphy, quien acabó profundamente deprimido. ¿Sería el inicio su locura?
Paul Morphy fue uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos. Ya de muy joven sufrió paranoias. Estaba convencido de que diversas personas querían envenenarle y durante mucho tiempo sólo aceptó alimentos si se los daban directamente su madre o su hermana. También pensaba que su hermanó político y otro amigo conspiraban para rasgarle sus elegantes trajes y luego asesinarle. Tenía la costumbre de colocar zapatos de mujer distribuidos cuidadosamente trazando un medio círculo. ─Me gusta mirarlos ─decía cuando le preguntaban la razón.
Morphy no pudo soportar el peso de su fama después de llegar a la cumbre en pocos años. Tras vencer a los mejores de su época en una gira por Europa, regresó a su país y dejó definitivamente de jugar. Terminó odiando el ajedrez. Ni siquiera permitía que se le mencionase nada relacionado. Rechazó todos los premios y reconocimientos que se le ofrecieron por su extraordinaria carrera.
Como ejemplo de las muchas maravillas que produjo el genio Paul Morphy, veamos «El juego de la ópera».
Han pasado ya veinticuatro años desde que Carlos Torre se exhibiera en cueros en un autobús.
─Ven aquí, Ajedrez ─. Curioso nombre, el de su gato preferido. El felino da un salto y se arremolina en su regazo. El hombre, agradecido, lo acaricia dulcemente. Está exhausto. Acaba de ganar una intensa partida a Max Euwe. Como en las anteriores partidas del match, antes de empezar el juego ha dejado a sus dos gatos sobre el tablero, oliendo las piezas. Está convencido de que esto le ayuda. Al comprensivo Doctor Euwe no le importa. ─No creo que Alekhine hiciera eso intencionadamente con ánimo de molestarme ─diría años más tarde el doctor.
Alexander Alekhine, fue campeón del mundo desde 1927 a 1935, año en que perdió el título ante Max Euwe. Además de excéntrico, era un alcohólico empedernido. Poco antes del inicio de una de las partidas del match, lo encontraron tendido en un campo cercano completamente ebrio. En otra ocasión, se presentó a dar una exhibición de ajedrez tan borracho que empezó a orinarse en el suelo ante la concurrencia. La exhibición tuvo que anularse debido a la lamentable “exhibición”. En 1937 retó de nuevo a Euwe y le ganó. Fue otra vez campeón del mundo hasta su muerte, en 1946.
Veamos el desarrollo de la sexta partida del match Alekhine-Euwe de 1937.